Me estrenaba como adolescente cuando lo escuché por primera vez.
Mis amigos mayores coleccionaban sus discos. Uno regresaba de Monterrey , otro de México, ambos acarreaban sus discos y prendados de ellos, los sueños de juventud.
España vivía tiempos oscuros, tiempos de una dictadura que intoxicó por 36 años a la península, y reprimió al temerario que se atrevió a expresar algún pensamiento libertario.
Joan Manuel Serrat conoció la censura, postura fascista que le impidió cantar en su lengua materna el tema “La, la, la” en el Festival Eurovisión de 1968. El gobierno opresor extendió el veto a la radio y televisión españolas, lo que obligó al artista a buscar nuevos horizontes.
Que va a ser de ti lejos de casa
Había transcurrido tan solo un año de la matanza de Tlatelolco cuando la UNAM, le abrió amorosamente los brazos para presentar su disco La paloma en la Facultad de Filosofía y Letras. Los universitarios se identificaron con su canto y Joan Manuel se convirtió en un referente obligado.
Serrat se encontraba en México en 1975, cuando se pronunció contra la condena de muerte de cinco militantes del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (Frap) y Euskadi Ta Askatasuna (Eta). La dictadura respondió acorde a su naturaleza y el artista sufrió el destierro.
Capitaneando a un grupo trashumante, Serrat abordó un camión bautizado como” La gordita”, con el que corrió la legua por los caminos de México, lidiando en algunas plazas con modestos presupuestos. Aquel año promocionaba su disco Piel de manzana, concierto que presencié en el Cinema Río 70 de la ciudad de Monterrey, y en el que por cierto, el artista reprendió a un sujeto que durante la presentación charlaba campanudamente. Comprendí que el catalán era de mecha corta.
Como no hay mal que dure 100 años, ni dictador que los aguante, la biología hizo su trabajo y Francisco Franco Bahamonde falleció el 20 de noviembre de 1975. España se liberó del tirano y Serrat pudo regresar a su tierra.
Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar
Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar
Cuando mi hijo Luis Fernando descubrió en mi estudio un disco de vinil de 33 RPM., abrió los ojos desmesuradamente, y me preguntó :
¡¿ Qué es esto? !
Era el disco dedicado a Antonio Machado, con el que Serrat nos enseñó que cuando la poesía se funde con la música, el resultado es vibrante y gozoso: “ Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto claro, donde madura el limonero…”. El mismo efecto mágico se repitió en el disco que le dedica a Miguel Hernández, dueño de una poesía profundamente dolorosa, eco palpitante de los horrores de la Guerra Civil. Recordemos juntos la primera línea de Elegía: “ En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé a quien tanto quería…”. Machado, Hernández y Serrat son poetas que expresan bajo el amparo del verbo lo que todos sentimos. Influenciado poética y musicalmente por la chanson francesa de Jacques Brel y Georges Brassens, Serrat llevó el arte de la poesía a las masas.
Cómo no te voy a querer
Después de 41 años, nuevamente la UNAM recibió jubilosamente a Serrat para otorgarle la Medalla Centenario. En el evento el rector Dr. José Narro Robles afirmó: " Serrat como figura pública sigue defendiendo los mismos principios que defendió desde su juventud. Continúa vigente porque sigue enseñándonos con su canto, con su palabra y con su poesía, que incluso a través de la tristeza se puede encontrar parte de la felicidad".
Las palabras del rector, me recordaron que en los tiempos preparatorianos una tarde escuchaba a Serrat, cuando mi madre entreabrió la puerta y me dijo: “Qué música tan triste escuchas”.
Se refería a “Mi niñez “, canción que con la obstinada acción de tocarla en mi tornamesa, una y otra vez, el disco se estropeó para siempre.
El que no se ha lisiado es el recuerdo: ejercitarlo es un privilegio que me permite mi amigo Francisco Javier Quirrín.
Añado: un colibrí ha anidado en mi jardín. Un prodigioso acto de la naturaleza que presagia tiempos mejores. ¡Bienvenido seas!
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