lunes, 14 de marzo de 2011

Un soñador de pelo largo



Me estrenaba como adolescente cuando lo escuché por primera vez. 
Mis amigos mayores coleccionaban sus discos. Uno regresaba de Monterrey ,  otro de México, ambos acarreaban sus discos y prendados de ellos, los sueños de juventud.  

España vivía  tiempos oscuros, tiempos de  una dictadura  que intoxicó   por 36 años a la península, y reprimió al temerario que se atrevió a expresar algún pensamiento libertario. 

Joan Manuel Serrat  conoció la censura, postura  fascista que  le impidió cantar en su lengua materna  el tema “La, la, la” en  el  Festival  Eurovisión de 1968.  El gobierno opresor extendió el veto a  la radio y televisión españolas, lo que obligó  al artista a buscar nuevos horizontes.  
   
Que va a ser de ti lejos de casa 

Había transcurrido tan solo un año de la matanza de Tlatelolco cuando la UNAM, le abrió  amorosamente los brazos  para presentar su disco La paloma en la Facultad de Filosofía y Letras.  Los universitarios se identificaron con su canto y Joan Manuel se convirtió en un referente obligado.  

Serrat  se encontraba en México en 1975, cuando se pronunció contra  la condena de muerte de cinco militantes del Frente Revolucionario  Antifascista  y Patriota  (Frap) y Euskadi Ta Askatasuna (Eta). La dictadura respondió acorde a su naturaleza y  el artista  sufrió  el destierro.
Capitaneando  a  un  grupo trashumante, Serrat  abordó un camión bautizado como” La gordita”,  con el que  corrió la legua  por los caminos de México, lidiando en algunas plazas  con  modestos presupuestos.  Aquel año promocionaba su disco Piel de manzana, concierto que  presencié  en el Cinema Río 70 de la ciudad de Monterrey, y en el que por cierto, el artista  reprendió  a un sujeto  que  durante la presentación charlaba campanudamente.  Comprendí que el catalán era de mecha corta.
Como no hay mal que dure 100 años, ni dictador que los aguante, la biología hizo su trabajo y Francisco Franco Bahamonde  falleció el 20 de noviembre de 1975. España se liberó del tirano y Serrat pudo regresar a su tierra.
  
Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar 
Cuando mi hijo  Luis Fernando descubrió en mi estudio  un disco de vinil de 33 RPM., abrió los ojos desmesuradamente, y me preguntó :
¡¿ Qué es esto? ! 

Era el disco dedicado a  Antonio Machado, con el que Serrat nos enseñó  que cuando la  poesía se funde con la música, el resultado es vibrante y gozoso: “ Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto claro, donde madura el limonero…”.  El mismo efecto  mágico se repitió  en el disco que le dedica a  Miguel Hernández, dueño de una poesía profundamente dolorosa, eco  palpitante  de los horrores de la Guerra Civil.  Recordemos juntos la primera línea de Elegía: “ En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé a quien tanto quería…”.  Machado, Hernández y Serrat  son poetas que expresan bajo el amparo del verbo lo que todos sentimos.  Influenciado poética y musicalmente por la chanson  francesa de Jacques Brel y Georges BrassensSerrat  llevó  el arte de la poesía a las masas.     
                              
Cómo no te voy a querer

Después de 41 años, nuevamente la UNAM recibió  jubilosamente a Serrat para otorgarle la Medalla Centenario.  En el evento el rector Dr. José Narro Robles afirmó: " Serrat como figura pública sigue defendiendo los mismos principios que defendió desde su juventud.  Continúa  vigente porque sigue enseñándonos con su canto, con su palabra y con su poesía, que incluso a través de la tristeza se puede encontrar parte de la felicidad".

Las palabras del rector, me recordaron que en los tiempos preparatorianos una tarde escuchaba a  Serrat, cuando mi madre entreabrió la puerta y me dijo: “Qué música tan triste escuchas”.  

Se refería a “Mi niñez “, canción que con la obstinada acción de tocarla en mi tornamesa, una y otra vez, el disco  se estropeó para siempre.  
El que no se ha lisiado es el recuerdo: ejercitarlo es un privilegio que me permite mi amigo Francisco Javier Quirrín.  

Añado: un colibrí ha anidado en mi jardín. Un prodigioso acto de la naturaleza que presagia tiempos mejores.  ¡Bienvenido seas!


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