miércoles, 14 de julio de 2010

Marshall Mc Luhan tenía razón


Finalmente, y luego de algunas recomendaciones llego a Face Book y con ello arribo a las redes sociales. En mi tardanza me cobijo en la filosofía de José Alfredo Jiménez cuando confiesa que “ Un arriero le dijo que no hay que llegar primero, pero hay que saber llegar “. El primer día recibo un mensaje y me quedo perplejo: un individuo al que alguien bautizó como Estanislao Goroztieta desea ser mi amigo. Con sobrada razón me pregunto: ¿Qué tenemos en común este señor de tan singular nombre y yo?. ¿Cómo se enteró que existo? Y sobretodo : ¿ Por cuál peregrina razón desea mi amistad?. Lo ignoro.
Otro personaje de camisa blanca con delgada corbata roja y bigotillo a la Emilio Tuero que dice llamarse Demetrio Becerra, me escribe desde Lima Perú y me dice: “ Si tu eres el Franco Becerra que yo creo, entonces… soy tu padre. “ Mi asombro crece.


Marshall Mc Luhan tenía razón: vivimos ya en una aldea global.


El Face Book y El Cairo


Esto del Face Book me recuerda a El Cairo, capital de Egipto, donde millones de personas deambulan por sus calles en un aparente caos. Los carros se cruzan vertiginosamente de un lado para el otro con olímpica libertad. La policía de tránsito es tan solo un motivo ornamental.


En un estrecho callejón milenario a dos cuadras del río Nilo tomé por primera vez el té mezclado con leche y fumé tabaco con un “narguile”, una extraña pipa de agua con la que los egipcios acompañan sus bebidas. El tabaco era muy fuerte y el té con leche tenía algunas briznas que anunciaban que la leche era bronca. Mi estómago lo recuerda perfectamente. En solo tres pequeñas mesas, algunos parroquianos eran atendidos por Ayman Mubarak , un hombre vestido con túnica y turbante, que hablaba a gritos mientras movía unos brazos tan largos como las hélices de un B-29.


Al enterarse que era mexicano lanzó al viento un grito que retumbó por todo el barrio: “¡Hugo Sááánchézzzzzz !.” Todos voltearon a verme, descubriendo sonrisas que mostraban dentaduras que hubieran sido un motivo de tesis.


Ni yo hablaba árabe ni ellos español, pero no importaba, de repente uno se acercó, me tomó por los hombros y me soltó un marcado: “ Za-pa-ta.”


Coincidían en aquel remoto vecindario dos personajes mexicanos universales: uno conocido por sus goles, el otro por su lucha por la tierra.


Una noche al lado del Río Nilo


Anochecía. Una deliciosa brisa de verano acompañaba a una música juguetona que salía de quiénsabededonde. Saqué un billete de veinte pesos, que fue examinado a detalle por todos los ahí reunidos. Ayman se mostraba orondo ante sus vecinos por mi presencia. Volteaba a ver a cada uno, y ofrecía los brazos como diciendo “ mírenlo, aquí está. “ Comprendí que para ellos yo era el exótico. ¡Vaya paradoja!.


La mano derecha de Ayman se abalanzó repetidamente contra su boca, al tiempo que me tomaba del brazo. Comprendí que me invitaba a cenar.


A unos pasos estaba un edificio añoso. Empezamos a subir las escaleras, pero, grande fue mi sorpresa al descubrir que primero debía cruzar por los departamentos de los vecinos para llegar al cuarto piso de mi anfitrión. Fue así que pasé al lado de un gordo que despatarrado roncaba sobre un sillón, mientras un bebé rompía los tímpanos; crucé por una sala-corral donde pastaban apaciblemente tres cabras; saludé como pude a unos jóvenes que veían un juego de fut bol en un televisor blanco y negro. Y finalmente llegué al departamento de Ayman, que consistía en la cocina, y la recámara, donde sentado sobre la cama, uno a uno me fueron presentados los cuatro miembros de la familia: la esposa, dos jóvenes mujeres y un niño.


Encuentro similitudes entre el edificio de Ayman y el Face Book. En los dos lugares no hay lugar para el recato y si para mostrar abiertamente la intimidad. ¿ Qué seguirá al Face Book?. Sólo Dios lo sabe.


Por lo pronto y con miras al 2012, creo que es menester aceptar la amistad de Estanislao Goroztieta; por lo que respecta al peruano, he pensado hablar seriamente con mi madre.

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