sábado, 9 de abril de 2011

El maestro lo dijo




Cuando pienso en educación, recuerdo una frase que pronunció  don Jesús Reyes Heroles  ante  cientos  de maestros que escuchaban atentos el pregón del veracruzano.  Con un fraseo rotundo y claro - de esos que no dejan duda -  les dijo: “ El que no sirve… no sirve”.
La misión del maestro es precisamente el servir.  Servir  a la sociedad como un inmejorable  vehículo transmisor de conocimientos. Servir al alumno en sus inquietudes  y  adoptar un sólido  compromiso profesional frente  a la ignorancia.   
Debemos comprender  cabalmente que el ejercicio de  la  pedagogía es el resultado de  una entrega apasionada,  de una vocación perfectamente delineada   y  no de una “chamba”: una de esas que se buscan  y  - lo peor -   que  se conceden  por  equivocación.
La semana pasada un conocido me confió: “ Me quedé sin trabajo a principios del  sexenio y  bueno,  pues conseguí unas clases, por mientras me sale  algo mejor “.  Entendí  claramente  que  aquel profesionista buscó  la cátedra como una acción emergente, como una solución transitoria.  Deduje que su desconocimiento del magisterio era amplio, así que mientras él  continuaba hablando, me ausenté sin moverme y  una imagen vino a  mi mente: pobres alumnos.
Los tiempos  de la educación autoritaria que acuñó  la frase  “La letra con sangre entra”,  quedaron atrás.  Recuerdo con alegría como  me salvé del terrible  “borradorazo”  que me lanzó la maestra Sarita,  con una tremenda  fuerza, pero con una extraviada  puntería.  Quince centímetros me salvaron de que la educación no me sacara  sangre.
Después de la saludable digresión, retomo: en nuestros días  el  maestro debe  optar  por  la condición de coordinador,  que  entienda que es preferible sugerir, que ordenar, que comprenda que la seducción es el recurso más  efectivo para sembrar en el alumno,  la inquietud por el conocimiento.  
                          Un personaje inolvidable
Tuve la oportunidad de colaborar durante dos décadas en la Universidad del Noroeste. Ahí lo conocí,  era  un  maestro jovial, inteligente y  además, culto. Como toda persona carismática, tenía un excelente trato, una sonrisa permanente  y un agudo sentido del humor, su nombre: Prof.Horacio Soria Larrea.  
Solía decirnos  con la certeza que da la convicción: “Maestro sentado no sirve”.  Con este apotegma el Prof. Soria nos alentaba a  utilizar todos los recursos pedagógicos y hasta escénicos,  para mantener la atención del estudiante;  nos pedía aplicar la asertividad, como un comportamiento comunicacional maduro en el que el maestro no agrede, pero tampoco se somete a la voluntad de los alumnos.  Esto es, mantener el timón con firmeza,  pero,  arriar las velas cuando la situación  así  lo demanda. 
El Profesor Soria era un hombre de ideas, apunto una de ellas que compendia su filosofía educativa: “ Nuestro alumno no es mármol ni arcilla.  Son ellos, aves que quieren volar. Son así espíritus que buscan la libertad.  Ayudémosle a elevarse. Apoyémosles en su liberación”. 
En la primavera de 1989, se celebró  el 50 aniversario de vida magisterial del Profesor Soria. Recordemos uno de sus mensajes:   “Puede que pase una vez por este sitio. - Dijo un filósofo Francés- por tanto, si hay algo bueno y generoso que pueda hacer, déjenme hacerlo ahora; que no se me detenga, porque puede que no pase otra vez por aquí.  ¡Y hay tanto que hacer!”.  Ahora yo  lo afirmo  y lo subrayo con profunda admiración: Magister Dixit , el maestro lo dijo.

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