miércoles, 17 de noviembre de 2010

De vicios y herencias


Hay de herencias a herencias. Unas son en efectivo, otras, digamos que en especie. Ambas son un escudo contra el futuro incierto. Sin embargo, ante una administración errática y sus comprensibles excesos, algunas herencias suelen desvanecerse en el aire como las volutas de un habano. El finado - antes de serlo- creyó firmemente que aquello que dejaría en el mundo, traería una suerte de tranquilidad a su familia. Convengamos en que las creencias suelen ser actos de fe.



Amorcito Corazón



Son de sobra conocidas las historias de familias que han sufrido la lucha sorda por el destino de una herencia. Surgen los malentendidos ( en donde siempre, alguien entiende mal) y por ello, las estructuras familiares se fracturan con la fragilidad de la porcelana.

Acertadamente Luis Alcaraz y Mario Molina afirman: “ …el dinero no es la vida, es tan solo vanidad…“. Todo, todo, por vivir en Quinto patio, con la línea antropológica que heredamos del cine de vecindad, donde Pedro Infante y su “Chorreada” predicaron en las pantallas la religión de la solidaridad, como vínculo perenne de una clase social. Por ello, no es raro que la película más vista por los mexicanos, sea precisamente, “ Nosotros los pobres”.



El melodrama creado por Ismael Rodríguez con el apoyo del guionista Pedro de Urdimalas, sembró en la conciencia nacional, las bases para el surgimiento de lo que Oscar Lewis definió como “ La cultura de la pobreza “.



La herencia de mis padres



La herencia genética es toda aquella carga de información molecular que, al parecer jamás nos abandona. Es por ello que en nuestro físico y personalidad surgen rasgos que nos definen y que provocan frases que acalambran, como aquella de: “ Saliste igualito a tu tío abuelo Valentín: a mi no me digas nada, reclámale a tu padre”.

Le confieso que yo heredé de mi padre dos vicios y de mi madre, alguna virtud. El vicio es todo aquello que compulsivamente te obliga a repetir una acción, una y otra vez. De mi padre, heredé los vicios de la lectura y la música. Gracias a ello, cuando visito una ciudad, busco una buena librería y una surtida tienda de discos. La capital de España es un paraíso para los lectores ya que las librerías de la Gran Vía, permanecen abiertas las 24 horas. Los libreros madrileños saben perfectamente que los lectores somos noctivagos.

En el tercer piso de la tienda Apple en Londres, cuyos dueños fueron los Beatles, descubrí el sonido envolvente del requinto de Mark Knopfler, líder de Dire Straits en su tema clásico Sultans of swing.

Creo firmemente que un lugar como Gandhi, es lo más parecido a un remanso mazatleco para todos aquellos que padecemos de los vicios mencionados.



La Feria del libro 2010



Por motivos de viaje, asistí solo a dos conferencias de la pasada Feria del Libro que organizó en Hermosillo el Instituto Sonorense de Cultura. Recorrí las editoriales y adquirí algunos libros y cd´s que me acompañarán en la temporada navideña. Felicito a los organizadores por esta edición. En el inicio de una magnífica conferencia sobre Lezama Lima, impartida por Marcelo Uribe, escuché, una vez más, aquello de “México es de los países con los más bajos índices de lectura en el mundo”. Esa es una verdad que a fuerza de escucharla me abruma.

Debo aclarar que pienso que es errático el pensar que el desinterés del pueblo mexicano por la lectura sea una cuestión de voluntad: cuando la verdad, es que el alejamiento de los lectores a los libros es uno más de los efectos de una magra economía. Mire usted: un lector sin dinero que acude a una feria de libro, es como un eunuco que atestigua una orgía. Es como un hambriento que, de lejos, se saborea con los manjares de un banquete.



Federico García Lorca al inaugurar la biblioteca de su pueblo Fuente de Vaqueros ( Granada) en 1931, dijo: “Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro”.



Hacer de nuestro pueblo un pueblo lector, es un reto no solamente de las instituciones culturales, sino un desafío más que debe enfrentar nuestra nación.

P. D.: ¡Gracias padre mío por heredarme vicios que puedo confesar!... ¡Gracias mamá, por la virtud que más le admiro y que considero inalcanzable: su nobleza!.

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